“Feroces intenciones hoy descifro cubierto de una resonancia imprecisa pero firme de un fenómeno mío que ha de traquetear de afuera lo de adentro tal como vos tallás, quizás sabiéndolo, quizás no sabiéndolo”, le dice #unputo a ·otroputo en tren por decir amoroso, “los sucesos que, otra vez, por algún motivo que no quiero explicar”, le dice, “perduran como esperando ser elegantes en cuanto al tono del saber que sólo algunos sabemos: que hemos sido confeccionados en nuestras propias medidas de lo que contiene nuestros propios deseos, por dónde lo contrario lo indiferente lo invisible lo grande se hace menor”, le dice fluyendo, “de igual modo que allá sucede una misma ignición que ansiosa promete florines y casas de muros blancos”. El otro ·puto no lo ve ni lo escucha, lo lee como oyéndolo. “Mañana será redonda la tibieza que me abraza”, le dice, “mañana es ahora algo escasamente existente mientras aquí perduro sin entrar ni salir, sin puertas ni ventanas, delicado y ablandado, sin ambientes físicos sino sólo estando en un arabesco figurativo que adrede dejo aislar para que en el paraje donde estemos ambos”, le dice, “perdurando en este ahora que encuentra tus labios y por ahí se mete en la ranura que lo divide todo entre lo que se hace sin ningún tipo de vergüenza en cuanto a la forma de estar así”, le dice, “como un misterio tranquilo, como buscando por vos la parte donde todo se detiene y se escupe algún tipo de vaguedad sobre el motivo de la convención para que todo esto se apriete y, propiamente”, le dice, “señas de un todo se alcancen a al menos vislumbrar en lo que se llama el propósito de estar acá, así, y correr el riesgo que, alguna vez, la estirpe de la energía eléctrica nos deje a oscuras indeterminadamente, y debamos recurrir a la otra energía que, aunque siempre estuvo, no sabemos cómo gastar. Detenido en la convención, entonces, con la sensación de un todo, que sea posible y más fácil encuadrar esto que, a fin de cuentas, no es más que una de las más arcaicas formas trágicas, donde los desparramados desfilan hediondos, barrocos y elementales, con chivos expiatorios inobjetables, enunciado, en resumen, cuán espantoso se ve esto desde allá, desde donde los otros viven atmósferas grotescas, deslucidas pretensiones de la realidad, donde lo negro es una estancia que pide castigo por dentro y por fuera, y que jamás la gratitud de la dicha de ser, vos”, le dice, “un pibe noble podrán sus abombadas conciencias alimentar”, le dice. El otro, ligera sonrisa real hace emerger de sí, y se reconoce de porosos huesos, como una deidad correspondida. Por un momento, trivial quizás pero sin culpa por eso, el tiempo no lo destruye todo.

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