“Los imagino a los dos”, me dijo el viejo puto que a fines de los noventa escribió un poema sobre Cris Miró cuando ésta dejó su cuerpo enfermo. “A usted y a su impasible compañero veo desde acá. Usted vela y su compañero dormita como si respirase no aire, sino brisa”, me dijo. “Esta brisa recorre su hombro derecho, donde la cabeza de su compañero reposa en torno al rostro suyo. Usted es inundado por la brisa”, me dijo, “su compañero sueña con usted me parece, mueve la pierna derecha y muy descuidadamente”, me dijo haciendo una cadencia insoportable de escuchar, “la cruza sobre su bajo vientre. Usted puede sentir cómo cierto vello del muslo cruzado de su impasible compañero repiquetea en el pene suyo”, me dijo el viejo. “Su pene está circunciso, pero usted judío no es. Su impasible compañero, tampoco. El judaísmo no es para nosotros”.

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