Cuerpo inquieto y piel sensible. Con esa frase traducida sensación anda el #putosoñante por ahí. La traducción es una pequeña ventaja literaria en estos casos y ahí es ése accionar tan puro que es en el espacio, y no en el tiempo, donde El soñante (o cualquier puto llegado el caso y el aguante) puede conjurar: el yire, esa ingenuidad violenta, ese andar por ahí, ese merodear y merodearse con la extrema urbanidad de cómplices casi involuntarios de una rutina que conocen y desean, pero que también temen, algunos, ante el irremediable hallazgo del goce (o de la muerte). Así, entre la inquietud y la sensibilidad, entonces, entre las supuestas posibilidades, con una tensión, digamos, onírica sobre el mundo de la vigilia, El soñante, yirando, como que quiere coger y enamorarse. Un decir enorme y vano, casi, que no funciona al revés (nunca) y que pide otra cosa, otra redención (simulada, al menos) o algo para proyectar, algo que lo proyecte más allá, sólo un poco más allá. Otra vacuidad ingenua del #putosoñante, que soñó ausencia varias veces, y que con la certeza de una profecía, ahora, por ahí, se da cuenta, casi, que la ausencia de amor le pesa como mochila de alpinista. Se le aparece una imagen de la televisión de esa mochila y su peso, la ausencia de amor, digamos, o de compañía sensible, pesa en  el #putosoñante su peso sugerido aunque, en realidad, y esto le cuesta un poco pensarlo mientras yira, nunca tuvo demasiado si mide estas cosas como lo haría si, por ejemplo, contase hombres. Un bosque frondoso lleno de hombres imagina acá y la idea, más bien, lo lleva a pensar que conserva instantes de algo que podría definir como dicha, cierta plenitud, algo parecido a eso. Es un golpe, ahora, una invasión, una ternura nostálgica de algo que vivió en compañía, por decir, sensible de otro masculino. Y todo se mezcla con lo otro, con lo que podría haber vivido y sentido pero no fue. No fue posible aquello, lo vivido con otros y por eso, obligándose a seguir pensando mientras yira, obedece la nueva certeza de pensar que siempre se enamoró de hombres tristes. Hombres tristes en los cuales puede verse todo aquello que no se tiene y que no se tendrá (al menos con ellos). Hombres tristes que rechazan sin probar. O casi. Una acumulación de experiencias sobre el cansancio se le aparece acá, pero sigue yirando.

Comentarios

Entradas populares