Siempre habló de él como alguien incierto, como dando a entender que nadie era en la realidad de sus días objeto de significancia alguna, y que por eso, aquello de estar siempre como negándolo, como alguien que no está estando digamos, como lo que nos enriquece aún a pesar de abrazarse, en cruz y fuerte, al escepticismo del momento. Pero jamás lo ocultó. Tolerable como el transporte público, suficiente como las palabras, triste como la tumba donde yace una animada escapada de otros años, severo como el error nazi; no lindo, posible, imprudente de brazos largos y revestidos de una capa de alineados pelitos negros, Amadeo Virasoro le entregó la excelsa temporada 2004-2005 a un hombre que decía tener contacto con un verdadero apoyo para, decía, situarse profano primero, para luego permanecer, no esperando decía, sino siendo consignado que tu eventual petición de respuestas digamos, llegará en forma de varón de un momento a otro. Lo auténtico es más concreto y Amadeo Virasoro pasó casi doce meses bajo el amor de esta persona que hoy, casi al borde de los sesenta años, es un miembro activo del Rotary Club, en Funes, ciudad pegada a Rosario, cerca de Roldán, donde Amadeo vivió con esta persona cuando amantes fueron y encantado Amadeo estaba por este viejo que decía conocer los secretos del hombre estelar, digamos. Un acto tremendamente significativo dio inicio al, por decir, desempeño de la voluntad propia y Amadeo Virasoro pudo ver. Dejó de amarlo como quien no sabe cómo hacerlo y no pudo hacerlo. Durante tres años Amadeo tuvo sombras en sus sueños y en sus pupilas. Las esquinas todas de toda Rosario se le iluminaban a cualquier hora de una gradual forma de verde que se desplazaba de este a oeste. Una gitana lo salvó.
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
Comentarios
Publicar un comentario