La pinchila es una forma larga pero flácida para nominar a la verga, que es más gruesa que extensa en este caso, donde el pito impondría una rígida generalidad. Mejor es la pija, donde la hostilidad es pulcra y el halo podría ser heroico. Así El soñante sostiene lo ordinario de tener y no tener medida en la realidad, donde no hace otra cosa todo el día que dispersarse, andar por ahí sin salir de ahí, derivando y haciendo esfuerzos notables por prestarle atención a lo que pasa por su cabeza. Lo que pasa por su cabeza jamás pide perdón por la velocidad sino que desparramados cachivaches que almacenan dosieres de pijas se amontonan ahí sin salir de ahí, titilantes pitos desordenados reclaman clasificación, ordenamiento jurídico, calor. Entre el calor de vergas que #Elsoñante sueña, aparecen los clichés del pequeño monstruo pero no se deja desarticular en el sin gusto de un entresueño posible y demasiado cercano. Gradas de pinchilas en exposición pecan con la inconducta de las pijas que las vergas forjaron desde la oscuridad, a veces. Así sueña El soñante a pesar que la palabra “cliché” suena tan fea como la palabra “clisé”. Pero es la repetición harta de sí misma lo que mal suena cuando se sueña indefenso. A algunos les gusta la incomodidad del entresueño y aceptan pinchilas como vergas y olvido como perdón. En cambio, El soñante sueña vergas, come pijas y se aburre con las pinchilas, las cuales, como en la vida real, son propiedad de varones medio monguis que tienen todos la nuca caliente, como los lactantes. Esa conjunción que podría ser de un pija larga es en realidad la pinchila molesta de sí misma y es lo que calienta el pito del pinchila, demostrando así el esfuerzo mental por tenerla larga y aburrida, por pensarla de algún modo y que el pensar no suene para tanto teniendo en cuenta el abuso del verbo. Miran como si de pendejitos algo no se les hubiera manifestado del todo en cuanto a la distracción y el goce, como si una escasa pero cierta inhumanidad los detuviera un instante ahí, y sólo fueran un real pedazo de carne al pedo que hasta pide perdón por colgar incierto. Más o menos así, también, despierta El soñante. Más tarde empezará la dispersión, donde las pinchilas serán ausencia y las pijas una invocación.
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