¿Qué fe detenida de consciencia puede determinar qué cosa es la que se abre y se cierra cuando se excreta la personalidad, aquella que fue definida y entregada como tal desde otros hacia uno, y que ahora se embiste sin presente y aplicándose de manera rigurosa a todo este ahora que suda, tan posible, dentro de uno? Empeñado en abstracciones todas rotas a propósito, dorsal se pone el puto para aumentar de ese modo una, por decir, tracción más uniforme de ritmo en cuanto a la invocación que, dormido, le sale por la boca: “De lejos, el horizonte de Victoria. Más allá, el puente. “Infinitas fuerzas no. Nueve fueron. Las tuve que hacer traer. Dos vinieron de tu familia, una es tuya y el resto, constituyendo solitas un mecanismo, coincidieron con el significante, con el reflujo de significarme una función dentro de todo lo que yo aún me concentro en develar. De mí, sobre todo, ya no te será estimulante hablar”, escuchó Franco Exacto. La voz salía de la boca de una perra renga. Y de golpe se dijo que 300 pesos le había salido el retiro espiritual. Allí conocerá a #Andrés Letonia, que vomitará negro y dormirá 17 horas seguidas. Al despertar, Franco le hubo quitado la herida.

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