No estaría mal decirte desde el vamos que no sé qué hacer. Ahora digo, esencialmente ahora mismo no sé qué hacer. Y ha de pasarme porque, o tengo mucho amontonado o no tengo nada amontonado. Hablo en serio. Puede que exagere, esto lo sabés y, seguramente, lo estás pensado leyéndome en ese momento que lo harás. Porque sé también que no habrás de hacerlo apenas veas la notificación de este mensaje mío en tu celular. Aún así no tiene importancia cuándo sino no te estaría escribiendo. Algo aprendí de vos. Pero no con vos, no está de más hacértelo notar. De todos modos, no sabiendo qué hacer, no es por eso que te escribo sino por otro motivo, que no tiene tanto que ver conmigo sino con vos. Encontré la foto que buscabas en mayo del 2022, y que para junio te diste por vencido que ya no existía más, que la habíamos perdido o que uno de los dos podría haberla borrado. Por entonces no sabía lo de las nubes. Vos, menos. Tenés el suéter azul que te había prestado aquel que ahora está allá y que por entonces vivía en el piso 8 del edificio Lamas, con mi hermana y la hija tuya y de ella, que es una señorita ahora y vive conmigo. En la foto tenés aún los cinco dedos de la mano derecha aún, por supuesto, la pelea y lo del cuchillo fue en setiembre. Y octubre. Te la adjunto. Esto último lo pensé. Pero evidentemente no lo hice. Lo haré más tarde. Saludos.

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