Del otro lado del teléfono que sostiene con la mano izquierda, a una distancia que hiere de vez en cuando, el puto que cuando camina siente una mano que le acaricia la nuca algo le dice a otro puto, quien le pregunta con un tono vocal entre sorprendido y suave, como una causa evidente: “¿Ahora?”. El puto que siente la mano en la nuca dice: “Es como cuando estás en la cama y te ponés en posición opuesta. Al revés; en contrario, en otro ángulo”. “Qué lindo”, dice el otro, “en otro ángulo para así pod…”, dice pero el que siente la mano que lo acaricia, noble digamos, lo interrumpe. “No”, dice, “no me gustan los números. Prefiero la sensación de estas palabras. Esta sensación me hace sentir un vos, un tuyo para ser lo que soy, así, ahora, desde acá”. “Separar las piernas en la cara de un hombre”, dice el otro puto. “Encajados”, retruca el otro, “vos y yo, los dos como uno antes de que yo como vos te agarre por la espalda y te atraiga hacia mí, que sos vos. Deslizar las manos y apretar fuerte”. “Agarrar es una palabra hermosa”. “Bordear, circunscribir, horadar longitudes y ensanchar nuestros hombros opulentos, y bajar muy despacito formando pequeños círculos”. “Demasiadas cosas de mí, soy torpe”, dice el otro, “soy muy torpe”. El que generalmente a la hora de la siesta siente la mano en la nuca dice: “Yo también, pero igual incurriremos y a rayas, verticales, torpes, descaradamente torpes, seremos como esta voz. Se formará con nosotros”. “No hables”, dice el otro, “tuve una rara enfermedad. Una especie de cansancio. Me puse impasible, inmediato, me amontoné devanando colecciones de pijas y culos de remeras grises, no pude resistirme a la creencia que certifica que todo lo visible es asequible en y para los hombres. Una especie de contaminación tuve, como si me hubiese transformado entero en esos raros dibujos japoneses”. “¿Y ahora?”, pregunta el otro. “Ahora escucho cómo el aire en rededor retracta –o trata de hacerlo- el no poder ser más lúcido con esta lontananza”. “Odiaré a todos los que vean tus virtudes como defectos, y me dejaré llevar por la vanidad que sólo es cierta cuando es íntima”. “Nos llenaremos de visiones e instilarás en mí espíritu”, dice el puto que habla con el que siente una mano que lo acaricia en la nuca. Antes de colgar, uno de los dos dice: “Ya veremos cómo”. 


 

Comentarios

Entradas populares