“Conflagraciones de amor sobre todos los principios sociales que nunca pudieron transformar nada de lo que la sociedad siente –aún- como la luminaria de su verdadera revolución, interna y externa. Lo verdadero es legítimo para lo general. El estado de la fuga de todo aquello que sale del cuerpo. Fosforescencias poco iracundas del sentido oportuno para dejar fluir la espontaneidad -estas cosas son así. Un círculo dividido en siete partes. Ir a caballo olvidando al animal. Algo entredicho por factible y no por secreto, como los todavías. Irregulares pero inminentes no serán ninguna variante del miedo ni del frío. La expresión busca a cada rato una o dos formas para habitar, insoportable a veces, con las intenciones de disponer un, digamos, saldo de tus cuentas. Estabilizar el rumor y el género. No buscamos cosas tan distintas, pero no tenemos la misma definición de buscar, de creer, de saber, de tener. Estamos más solos que nunca. Los colgajos de la presidenta viuda así lo demuestran. Mejor, rememorar la indecencia y el pudor y no sucumbirnos en este errado conjunto de significaciones. Augurios”. Eso escribió en un papelito celeste. No lo vio nunca más.

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