Una siesta, primero. Aire en el estómago, después. Pero no es aire, es gas. Desciende, desciende como una flecha, pero no perfora ni impacta. Se disuelve aún más, el gas se vuelve menos denso, pero firme. Algunos orinan en este momento. Irrelevante para él después. Otra siesta. Más grave (por eso se nota que es diferente). Todos están resentidos en el ojete, literal, aceitoso. Pero esta acción gástrica no es nada incómoda. Todo lo contrario, más bien. Tiene y lleva consigo emoción, una meta, un fin sensato, eso lleva el petróleo. En algunos produce un sonido de colador. En otros, agua corriente. De la misma manera, nada se mueve en esa habitación. "traslados del amor", dice tu hijito al rumor de la merluza compartida con el cariño fugaz pero efectivo de ser, durante toda una noche, recuerdo y asombro de otro.

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