“Iban desfilando por el comedor todos los alrededores por los cuales influyente tu personalidad supo merodear en torno de mi ello, o esa cosa de la que habla la persona que me atiende”, le dice el puto que no sabe aún si abandonó o fue abandonado, por teléfono, a otro puto que, otrora, llenó de amor y convicción al otro, que hizo igual acción, pero en curda. “Te voy a mandar una canción”, le sigue diciendo, “escucho muchas canciones ahora que antes no quería escuchar. O no podía, o no me dejaba acceder un poco, como quien dice”, le dice, “ya no tengo primeros embates pero sí indemostrables estados me van y vienen al antojo mío y a la necesidad de ellos por dar una vuelta fuera de la metodologías, un poco impuras, que tienen los que como vos -y hasta como yo si querés escuchar- infligir presencia cuando lo ido tuyo (y sé que mío también, piensa) alegría sobrenatural provocaba (en ambos, piensa). O provoca me digo yo, porque ahora estoy hablando con vos en el ahora de los dos, rasguñado uno más que el otro, sin otro modo de resistencia ante”, quiere seguir diciéndole al otro, que interrumpe abrupto, como esperándolo de vez en cuando: “Aclará tus ideas”, le dice, “¿por qué no te buscás un temita musical para recordar toda la basura que me hiciste sentir? Estoy en otra. Por otro lado, muy lindo el gesto de, aún, tenerme allá. Pero no. Que te sea leve el recordar”, le dice. Y cuelga.

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