Un
carnaval consumido por logotipos y monopolios sin siquiera epitafios
que al menos engloben aire fue tu última educación sentimental.
Antipáticos mensajeros de eso tuyo que era muy difícil de explicar
cuando educándote estabas fuimos por un tiempo. Nosotros no sabemos
explicar una habitación, y ya por entonces tu interés estaba
sentado. Finalmente nosotros, los 4, coincidimos en lo mismo: lo
emotivo tenías porfiado, y gracias a una tibieza que sólo sucede de
vez en cuando, y de día, entonces, con vos aún sentado y siempre
amenazado por lo inmediato, pudimos ver eso. Y más. Nosotros pudimos
ver en la parte central de la raja que divide tu hemisferio derecho
del izquierdo, que no era un pensamiento lo que primero se te
acreditó como impulso para después suponer una insurrección de
todo lo sentido por vos como afecto legítimo cuando por última vez
te educaste sentimentalmente. Era grasa. Y aunque ya sabés que
nosotros 4 somos cualquier clase de cualquier especie que puedas
definir como amor, también sabemos que el desorden no existe a no
ser que vos mismo te impongas opiniones refutatorias. Pero para eso
estamos nosotros. Uno de nosotros, especialmente, puede contribuir a
tu alegría habitual mentirosa y sin palabras. Aleatorio y predecible
es su sistema de comunicación con vos. Sin embargo, preferís el
nosotros desde el que te hablo como embudo de los que adentro tuyo
habitamos desde hace no te importa cuánto, ni cuándo fue que
entramos de a montones los 4 juntos en vos y te habitamos para que
vos, intermitente siempre, identifiques la mezcolanza que adentro
llevan todos. Nosotros no somos vos, pero te habitamos entero y nos
encantan como a vos los detalles de algo en desuso, la jerga de las
coperas, la palabra pibe, el muchacho del aire acondicionado, los
brazos surcados de venas. Como vos, los 4 estamos también habitados
por muditos ignorantes de otra instancia de comunicación que no sea
una fachada del pánico. Pero cuando nos aburridos de no escuchar a
los muditos que nos habitan –mirar cansa-, estruendosos susurros
tuyos que vos mismo producís para vos y para tu adentro, justifican
que aún no siendo vos pero habitándote, nosotros, despejemos de
algún modo tus irremediables estatutos que, siendo nuestros los
imperativos de tus decisiones, los dogmas se te hagan impenetrables y
admitas que, además de tener grasa por pensamientos, es posible
buscar sin saber qué se busca. Esto lo sabe mejor uno de nosotros,
pero si no intentas alguna aunque sea rústica y austera manera de,
como quien dice, caminar por la fisura por donde habita uno de
nosotros y no asustarte siempre por el peor de los motivos, quizás
puedas traducirlo sin mi ayuda. Yo no te habito para hablar ni para
que me escuches. Yo no soy 4. Nosotros no somos 1, y vos no te
sometés solitariamente al pedo.
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