“Decile que aún no sé qué es esto que siento”, me dice Andrés Letonia. “Hablale del tumor de la perra y de los relámpagos que vimos en Arica. Decile”, me dice Andrés, “decile que lo voy a denunciar si no deja de escaparse para adentro; que no es posible escaparse así, que alucina si cree que esa huida es cierta. Decile trastornado y lujurioso. Decile algo que yo no sepa sobre mí mismo. Dislocado decile”, me dice, “dislocado como una orden mía. Hacele escuchar esa canción de Pángaro y explicale el mal mortal. Hacelo menos”, me dice Letonia. “No lo saludes con un beso ni al llegar ni al retirarte. Andá bien vestido. Él estará más real que vos, como ciertos putos poco sofisticados. Te dirá algo sobre voces en tu interior. Son mentiras, banalidades, como partes de un magisterio de la envidia, como si te tomaras en serio lo no queriendo”.

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