Magia criolla mediante, antes, cuando sucedía, nosotros quedábamos suspendidos. Todos. Como en fuga. Sonidos en sucesión escuchábamos. Se frenaban lo popular, los concejos municipales, las narices frías. Él, el señor que nos vendía el licor en Mendiolaza, entonces decía: “Una elemental condición es no tener discurso, no tener información, no suponer lo que se supone al informarnos”. Ungüentos de nuestra propia leche nos hacía pasarnos por las espaladas. Amábamos ese momento en el recuerdo. Se manifestaba ilimitado como el horizonte físico. Material, se nos apersonaba todas las noches. Breve en perspectiva, consciente como cuando puertas se abrían ahí nomás en presente y reconocíamos qué enfoques adorar. Guerrero decía ser. A pesar que todo cuanto se refiere a la palabra guerra viene acompañada de la palabra valor, ésta, en realidad, no debe ser asociada a aquella donde el miedo la genera. Sino por el contrario. El valor es una virtud que contagia al horizonte, fortalece el impulso propio y el que tenemos con el mundo y así, sin amenazas, aparece lo que se conoce como amor. Ser bravo, ser valiente, ser posible. Una persona no sólo es un comportamiento fértil ni una inducción física de la voluntad. Todo esto para decir que cuando nosotros (Andrés, Franco, Joaquín y quien escribe) fuimos nosotros, un rejunte de inválidos fuimos. Y nos partimos. Ahora estamos todos cansados frente a los otros ciegos, parientes del resentimiento y de la tan poco informe ductilidad de la envidia. Rezan. Para que no volvamos a nada de sus vidas rezan. Ya no hay nada que hacer. Con ellos.
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